La devoción del P. Juan a San Pío X

La devoción del P. Juan a San Pío X

Quiso el Padre Juan que el nombre del Papa San Pío X, cuya memoria litúrgica celebraremos el 21 de agosto, figurara entre los santos Patronos del Instituto de Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote.

La influencia y devoción suscitadas por este Pontífice en la primera mitad del siglo XX son increíbles. Su canonización en 1954 fue el reconocimiento público de una santidad que se había percibido ya desde su vida terrena y, desde luego, tras su muerte en 1914. Su Decreto permitiendo acercarse a los niños, desde los siete años, a recibir por primera vez la Eucaristía; su preocupación por la dignidad del culto y la música sacra, y sus intervenciones ante el inicio de la I Guerra Mundial son los aspectos más conocidos de su biografía.

Sin embargo el patrocinio de San Pío X sobre las Siervas y sobre otras Congregaciones de carácter sacerdotal tiene que ver con un aspecto de su vida quizás menos conocido. En 1908 el Papa Pío X celebraba las bodas de oro de su ordenación sacerdotal; con esa ocasión regalaba a la Iglesia la primera encíclica de la historia dedicada íntegramente al sacerdocio: Haerent animo, Exhortación apostólica al clero católico.

En ella el Papa situaba la santidad en el horizonte de la vida sacerdotal y proponía una serie de medios para alcanzarla. A la vez, el Santo Pontífice señalaba: «Nos da alegría saber que fieles de toda condición, preocupados por vuestro bien y el de la Iglesia, se unen a Nos en esta súplica; y todavía nos produce mayor dicha saber que muchas almas generosas, no sólo en los claustros, sino en medio de la vida del mundo, se ofrecen abnegadamente como víctimas a Dios con este fin. Quiera Dios aceptar como un suave perfume sus puras y sublimes oraciones y también Nuestras súplicas humildes».

Es comprensible que el alma del Siervo de Dios vibraba con la vida y palabras de este Papa y que lo eligiera como uno de los Patronos del Instituto de las Siervas. Los que le trataron de cerca testifican que «era muy devoto de San Pío X por la singular preocupación que tuvo ese Pontífice por los sacerdotes. Yo he podido comprobar cómo la espiritualidad de nuestro Instituto está calcada de San Pío X». Otra Sierva recuerda que «remarcaba que este Papa había incidido en la formación de los sacerdotes».

Durante su estancia en Roma, como director espiritual del Colegio Español acudía con frecuencia a las grutas vaticanas a rezar ante el sepulcro de Pío X. Tras su Beatificación, en 1951, su cuerpo fue situado bajo un altar de la Basílica vaticana donde gustaba el P Juan de ir a celebrar la Misa cuando peregrinaba a Roma o encomendaba oraciones a algunos residentes en la Ciudad eterna. Así aparece en una carta enviada a unas hijas suyas: «Mis buenas Consuelo y Rosario Pamplona: Me gozo en haceros llegar mi saludo a la Ciudad eterna, en el día de mi querido santo, san Pío X. Os doy el ruego de que siempre que vayáis a San Pedro, hinquéis vuestras rodillas ante su Altar y Reliquias y le pidáis por el Instituto y por el Padre».

Con ocasión de un viaje a Roma en 1965 escribe a sus Hijas: « A las nueve y cuarto mi Misa, sobre el cuerpo de San Pío X. Allí os hice presentes a todas. Presionamos a nuestro Patrono para que se volcara en favor del  Instituto y de los Sacerdotes». En ese Santo Papa encontraba el Padre Juan impulso para sus más altos ideales de santidad y de espíritu sacerdotal; sin olvidar, por supuesto, su espíritu eucarístico.

Entre los recuerdos personales del P. Juan que custodian las Siervas en el Cenáculo de San Juan de Ávila en Madrid nos encontramos con un relicario de San Pío X. La devoción del P. Juan a los santos no era nada meliflua o vacía, sino profundamente teológica y autentica. La veneración de las reliquias –se conservan varias que fueron de su devoción- le servía para acudir a su intercesión, vivir sus enseñanzas y sentirle cercano. «En mi última escapada a Madrid encontré sobre la mesa la de san Pío X. Ya está en poder de las humildes e incipientes Siervas, y con estos dulces que les llegan de Roma, se sienten protegidas desde allí y se animan».

Aprendamos de estos dos apóstoles del sacerdocio, S. Pío X y el P. Juan, la importancia de rezar y ofrecer pequeños sacrificios por la santidad de los sacerdotes y candidatos al sacerdocio. Y pidámosles que envíen a la Iglesia muchos y santos sacerdotes.

Fernando del Moral Acha
Sacerdote diocesano de Madrid

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