Diario espiritual 

En el plan de Dios yo sacerdote, apóstol del sacerdocio y de las almas sacerdotales, debo ser hombre de recia y elevada espiritualidad, de continua abnegación y mortificación, de celo vivo y animoso por la Iglesia, el sacerdocio y las almas.

Fijarme más en buscar, en desear a Dios, con sinceridad, sencillez, confianza y humildad, que en conseguir la atención.

Permanecer con Jesús, unido a Él, confiado en Él, fortalecido por Él. Desentrañar y asimilar el “Manete in me et ego in vobis… qui manet in me et ego in eo hic fert fructum multum”. “Manete in dilectione mea». Aquí se me garantiza lo que necesito y busco: Intimidad y fecundidad.

“En el espíritu de Cristo nada hay que no sea humildad, nazca en humildad y pare en humildad».
Cobrar altísima estima, amor afectuosísimo y entusiasmo por el distintivo con que se presenta Cristo que es: humildad, y con la humildad todas las virtudes.

Especializarme este año en el amor a la humildad, evitando la turbación, la tristeza e insistiendo en la oración hasta hacerme a la mentalidad, sincera y profundamente sentida, de que se trata de un gran regalo de Dios.

Orar mucho y bien. Pedir, sufrir, saborear la humillación.

Quien aspire a la santidad no puede hacer paces con ninguna afección desordenada, antes ha de poner su oficio en buscar la mayor abnegación y oración de súplica para alcanzar esta valiente disposición habitual.

Mi programa: Buena oración; mucho vencimiento; intimidad amorosa y confiada con Jesucristo.

Mi Legado. Capítulo 2º.

Nos bastaría con afirmar que María fue predestinada por Dios para ser, llegada la plenitud de los tiempos, la Madre Virgen de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, para poder afirmar, con toda seguridad, que es la mujer cumbre de espíritu sacerdotal.

Algunos, llegaron a llamarla «la Virgen Sacerdote»; pero la Iglesia rectificó, diciendo: no se la llame sacerdote, sino «Madre de Cristo Sacerdote».

La Virgen vivió siempre identificada con la voluntad del Padre y con la actitud sacerdotal, apostólica y redentora de su Hijo Divino, Jesucristo. Díjola el Ángel: «Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo…, reinará en la casa de Jacob por los siglos, y su reino no tendrá fin…» (Lc 1, 31-33). Lo que fue tanto como decir: le pondrás por nombre Salvador, Redentor, Sacerdote, y su sacerdocio será eterno.

María ofreció al Padre su seno virginal, como templo vivo en el que el Espíritu Santo ungiría Sacerdote de la Nueva Alianza al Verbo Encarnado, reconociéndose la humilde sierva del Señor y pronunciando el gran fiat, que nos dio, como fruto sin igual, la Encarnación y el Sacerdocio de Cristo.

Ved, amadas hijas, lo vinculadas que estáis las Siervas con la gran «Sierva del Señor». Ved la íntima relación que tiene vuestro «fiat vocacional» con el «Fiat» de vuestra Madre y Patrona, la Madre de Jesucristo Sacerdote, «Reina de los Apóstoles» y «Madre de la Iglesia».

Una Madre fiel, que vivió consagrada al servicio de su Hijo, siempre sacerdote; desde Belén a Nazaret; desde Nazaret a la vida apostólica de Jesús; desde la calle de la amargura hasta el Calvario, donde nos dice Juan, el testigo excepcional (19, 25-27) que estaban en pie, junto a la Cruz de Jesús, su Madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo a quien Él amaba, dijo a la Madre: «Mujer, he ahí tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «He ahí a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo la recibió consigo.

Mi Legado. Capitulo 2º. 

He aquí a la Madre sacerdotal asociada, íntimamente, al sacrificio redentor de su Hijo. He aquí a Cristo Sacerdote, en el momento augusto de su sacrificio sacerdotal, confiando a su bendita Madre al Sacerdote-Apóstol y virgen, su discípulo predilecto y uno de los primeros copartícipes del sacerdocio ministerial. ¡Gran corazonada de amor del Sacerdote Víctima, hacia su Madre, también víctima, copartícipe de su sacrificio redentor! Corazonada de amor hacia Juan, el Sacerdote virgen. ¡Y gran corazonada de amor hacia los sacerdotes de todos los tiempos y hacia toda la Humanidad, representada en aquellos momentos por el Apóstol Juan, ya sacerdote, a quien Él amaba con un amor de predilección!

Es en el Calvario en donde queda solemnemente ratificada y consumada «la vocación» como alma de espíritu sacerdotal de María Santísima. Será, pues, en la medida de generosidad con que la Sierva se asocie, de corazón y de obra, al sacrificio redentor de Cristo, por medio del espíritu de sacrificio y de apostolado, como más auténticamente vivirá su vocación específica de espíritu sacerdotal. ¡Buen apoyo encontraréis todas en Ella para alcanzar vuestra meta de espiritualidad y de entrega, mediante la sólida y ferviente devoción a la Madre de Cristo Sacerdote, que es también vuestra Madre!

Mi Legado. Capítulo 2º. 

Este título de «Reina de los Apóstoles», bajo el cual honráis  vosotras a la Madre de Cristo Sacerdote como especial Patrona, incluida desde muchos años atrás en las Letanías Lauretanas, ha sido reconocido e invocado por los Padres del Concilio Vaticano II, en un importante texto, con el que pongo fin a este capítulo:

«El modelo perfecto de esta espiritualidad apostólica, la de los fieles seglares, es la Santísima Virgen María, Reina de los Apóstoles, la cual, mientras vivió en este mundo, hizo vida igual a la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de trabajos;  estaba constantemente unida con su Hijo y cooperó de modo singularísimo a la obra del Salvador, y ahora, asunta a los cielos, cuida con amor materno de los hermanos de su Hijo, que peregrinan, todavía, y se ven envueltos en peligros y angustias, hasta que lleguen a la patria feliz. Hónrenla todos con suma devoción y encomienden su vida apostólica a la solicitud materna de María» (Decreto Apostolicam actuositatem, 4).

En Ella tenéis las Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote vuestro modelo ideal de mujeres de espíritu sacerdotal y, a la vez, vuestra Patrona e intercesora, bajo el título de «María, Reina de los Apóstoles».

Plática con motivo de la festividad de San José 

Muy amadas hijas en Jesucristo Sacerdote: Gran dicha el poder celebrar este año la fiesta de nuestro querido patrono San José, con tan numeroso y selecto grupo de “Siervas”.

Hoy el tema es tan obligado como atractivo: San José, nuestro modelo, patrono e intercesor. “Dios todopoderoso confió a la custodia de San José los primeros misterios de la salvación” (Colecta) eligiéndole para esposo virginal de María y padre nutricio de Jesús Hijo de Dios y descendiente de David, en quien se consolidaría su reino y por quien el trono de David durará para siempre, según el mensaje divino al que alude la lectura del libro. de Samuel.

San José cumplió la excelsa misión con insobornable y ardua fidelidad. Probó heroicamente su fe a semejanza del patriarca Abraham: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tu le pondrás por nombre Jesús porque El salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1,20-21). José creyó e hizo lo que le había mandado el Señor. Fe y obediencia meritísimas. Una prueba más, bien seria y profunda.

El Niño nacido es Dios y será el salvador del mundo, pero nace en un establo de animales y habrá de vivir del trabajo de José y será llamado “el hijo del artesano”. Qué pruebas tan hondas para la fe y fidelidad de José. ¿Todavía más?, Sí, todavía más. El ángel habla a José y le manda de parte de Dios: ”Toma al Hijo y a su madre y huye a la tierra de Egipto porque…” No habrá peros; José se levantó, tomó y marchó. Obediencia heroica, sin porqués, sin réplicas. Y muerto Herodes, a Nazaret. Fe inconmovible, obediencia heroica, sí, pero en intensidad de vida con Jesús y con María. José casto esposo de María, humilde artesano, a la vez intensamente activo y profunda y gozosamente contemplativo. Varón justo. Excelso modelo para las “Siervas” que tenéis encomendada por Dios la misión de cuidar a Jesús en sus ministros, los “otros Cristos” y con ellos, a Jesús en todos los redimidos, que son también Jesús. ”Lo que hicisteis por uno…”

La Sierva como San José ha de orar en intimidad con Jesús y María para ser luego, a la vez, eficazmente activa y poder dar una respuesta honrada y eficaz a la propia vocación.

Títulos sobrados tiene San José para que le invoquemos como Patrono de la Iglesia y de nuestro Instituto. Las oraciones de la misa actual nos lo proporcionan como intercesor de las vocaciones.

Diario espiritual 

Seguir a Jesucristo crucificado es el supremo amor esponsal.

Banquete en Betania. Cap. 12 de S. Juan. Que la actitud de generosidad lance nuestro corazón al amor y perfecta unión con Jesucristo.

Valor del compromiso al tributar ese homenaje a Cristo en aquel ambiente de oposición a Cristo. Es un reto gozoso de honor a Cristo a quien pretenden matar.

Más bien sugerido por María, como despedida afectuosa de Jesús. Avanzado el banquete se presenta con el ánfora de alabastro… con ungüento de nardo, lo derrama sobre los pies de Jesús… quiebra y rompe…

Efectos: Corazón de Jesucristo, expansivo, agradecido, gesto bueno, bello, bondadoso. Lo justifica…
En los asistentes…aplauso, gozo, edificación…
En la casa… se llena de fragancia… la caridad…
En María: amor encendido y agradecido…
En Judas: corrosión rebelde; envidia negra, cuanta más bondad, más odio…  más retorcido…
Los apóstoles murmuran el mal ejemplo, ¡invitados! aún no modelados…
Jesús: advertencia llena de bondad.
Fruto: Poner detalle, elegancia, delicadeza en la reforma. ¿Cuál va a ser mi nardo precioso?  El deseo de santidad.

Mi legado . Capítulo 3º.

Las hermanas de Betania, Marta y María, destacan por la hospitalidad que ofrecen en su casa a Jesús y a los Apóstoles.

Marta se acredita por su actividad doméstica, para dar a Jesús y a los Apóstoles hospedaje y alimento.  María, más bien, por escuchar la Palabra de Jesús y expresarle, con palabras y obras, la grandeza y finura de su amor.

Me parece oportuno el dejar aquí constancia del relato evangélico, tomado de San Lucas, 10, 38-42:

«… Mientras iban de camino -Jesús y los Apóstoles-, entró Él en cierta aldea, y una mujer, por nombre Marta, le dio hospedaje en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Pero Marta andaba muy afanada en los quehaceres del servicio, y presentándose, dijo: «Señor, ¿nada te importa que mi hermana me haya dejado sola con todo el servicio? Dila, pues, que venga a ayudarme» Y, respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta; te inquietas y azoras atendiendo a tantas cosas, cuando una sola es necesaria: con razón, María escogió la mejor parte, la cual no le será quitada».

Surge, espontánea, la aplicación, muy práctica, para vuestra vida de Siervas, conforme al auténtico espíritu del Instituto: actividad apostólica, sí; pero sin agobio ni inquietud, de tal modo que llegue a robar el tiempo y el sosiego necesario para la oración, alma de todo apostolado; máxime teniendo en cuenta que la actividad más característica de un alma, auténticamente sacerdotal, es la de orar por la creciente santificación de los sacerdotes y la eficacia de su apostolado.

Otros pasajes evangélicos, sumamente interesantes y aleccionadores, de los cuales me limito poco más que a ofreceros la correspondiente cita, son el de «La resurrección de Lázaro» (Jn. 11, 1-46), debida al siguiente mensaje de Marta y María a Jesús: «Señor, mira: el que amas, está enfermo». Jesús dijo a sus discípulos, aludiendo, veladamente, a su conocimiento divino de que ya se había producido la muerte del hermano de Marta y María: «Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido, pero voy a despertarle».

Por lo demás, bien sabéis cómo se manifestó en este magnífico acontecimiento evangélico no sólo la maravillosa omnipotencia de Jesús, resucitando a Lázaro, después de llevar ya cuatro días sepultado y haberse iniciado la descomposición de aquel cuerpo, sino también el inmenso amor y la gratitud del corazón de Jesucristo hacia aquellos tres hospitalarios y afortunadísimos hermanos: Marta, María y Lázaro. ¿No han de quedar, pues, amadas Siervas, sin una gran recompensa de Cristo los servicios que le prestáis, en las personas de sus elegidos y ministros y, a través de ellos, a todo el pueblo de Dios?

El otro pasaje al que antes aludía, lo relata el mismo San Juan (12, 1-10), María de Betania unge al Señor, en las vísperas de su Pasión y Muerte. Dejemos al parecer de los exégetas si hemos de identificar o no a María, la hermana de Marta y Lázaro, con María Magdalena. El hecho es que este pasaje evangélico tiene por protagonista a María, que servía la mesa, y que Lázaro, su hermano, el resucitado, era uno de los comensales.

En un momento determinado, esta mujer quiso demostrar a Jesús su amor agradecido: «Tomando, pues, una libra de perfume de nardo legítimo, de subido precio, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó de la fragancia del perfume».

¡Finezas de un alma sacerdotal, de las de primera línea, en el tiempo y en la calidad!

¿Reacción de Jesús?… «En verdad os digo, donde quiera que en todo el mundo fuere predicado este evangelio, se hablará también de lo que hizo ella, para memoria suya» (Mt 26, 13)

Mi legado . Capítulo 3º.

Otra mujer que ocupa un puesto señalado en el trato con Jesús y sus discípulos es la «Samaritana». Podéis repasar el relato completo de este magnífico y profundamente aleccionador episodio en San Juan 4, 4-43.

Hagamos aquí un breve comentario: Jesús, Apóstol de los Apóstoles, «fatigado del camino, se sentó junto a la fuente», ¿A qué?, ¿a descansar?… ¡Bien lo necesitaba! ¡Bien podía tomarse un rato de reposo de tanto caminar y evangelizar! Pero lo cierto es que aquel sentarse junto a la fuente lo aprovechó para dialogar con la mujer samaritana; de momento, hosca en sus respuestas; interesada, después, en el problema religioso planteado entre judíos y samaritanos; humilde, luego, en reconocer y confesar el grave problema moral que tenía ella planteado. En fin, cree en la afirmación categórica de Jesús: «Yo soy el Mesías; el mismo que habló contigo».

Aquella mujer, antes pecadora y displicente, queda ahora trocada en mujer apóstol, que grita a sus convecinos: «Venid a ver un hombre que me dijo todo lo que hice. ¿Acaso es éste el Mesías?…» «De aquella ciudad, muchos creyeron en Él por la palabra de la mujer»… Terminando por decir sus paisanos a la Samaritana: «Ya no creemos por tu dicho, pues por nosotros mismos hemos visto y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo».

¡Ved la trascendencia que puede tener un rato de diálogo íntimo y humilde con Jesús!

Mi Legado. Capítulo 3º. 

San Mateo y San Lucas aluden a «las muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea. Entre ellas estaban María Magdalena; María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Hijos de Zebedeo» (Mt. 27, 55-56). Las mismas que fueron testigos de su Pasión y Muerte, y luego «inspeccionaron el monumento y cómo había sido sepultado el cuerpo de Jesús. Y habiéndose vuelto a Jerusalén, prepararon aromas y perfumes…» (Lc. 23, 55-56)

Según San Juan (19, 25-27): «Estaban de pie, junto a la Cruz de Jesús, su Madre, María, María de Cleofás, hermana de su Madre, y María Magdalena» ¡Magnífico testimonio de fidelidad y de fortaleza, participando, tan de cerca, del gran sacrificio del Hijo y del Maestro!

Fidelidad bien pronto recompensada, haciendo de estas maravillosas representantes de vuestro sexo y vocación de espíritu sacerdotal, los primeros testigos y «evangelistas» del máximo hecho de la historia cristiana y de toda la humanidad: la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Las citas bíblicas del magno acontecimiento se prodigan: San Mateo cita a María Magdalena y la otra María, que «muy de madrugada, el primer día de la semana, fueron a ver el sepulcro…, un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella»… «El ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: No temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí: resucitó, como dijo. Venid; ved el sitio donde estaba. Id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis…» (Mt. 28, 1-7)

«Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro y, con temor y alegría, corrieron a llevar la noticia a los discípulos«.

«De pronto, Jesús salió a su encuentro y les dijo: Dios os guarde. Ellas se acercaron, se agarraron a sus pies y lo adoraron. Entonces, les dijo Jesús: No temáis, id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán (Mt. 28, 8-11)

Precioso pasaje, rico en reflexiones para las almas sacerdotales; en esta ocasión, confidentes del Ángel y primeras «videntes» de Jesús Resucitado, a cuyos pies se postran y le adoran.

Emisarias del Ángel y del mismo Jesús, a los primeros sacerdotes, a quienes el Ángel llama «discípulos»; Jesús, en cambio, «mis hermanos». Expresión muy digna de tomarse en cuenta: los Apóstoles y todos los participantes, con ellos, del sacerdocio ministerial, somos, por antonomasia, los «hermanos» de Jesús.

San Lucas cita como los primeros testigos y portadores a «los Once y todos los demás» del Mensaje de la Resurrección, a «María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y las demás que estaban con ellas» (Lc. 24, 10)

San Juan, en su Evangelio, capítulo 20, versículos del 1 al 19, narra la visita «muy temprano» de María Magdalena al sepulcro. Su escapa rápida: «Fue corriendo a Simón Pedro y al otro discípulo, al que amaba Jesús», el mismo Juan, autor del relato, para anunciarles la gran noticia ocurrida en el sepulcro; y, finalmente, nos ofrece la deliciosa narración de la aparición de Jesús a  la misma María Magdalena y el mandato de confianza que ella recibió de Jesús: «Ve a mis hermanos y diles que subo al Padre mío y vuestro. Fue María Magdalena a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y lo que le había dicho».

Realmente es de admirar esta predilección del Divino Resucitado en manifestarse, primero, según creemos, a su Madre Santísima, Madre Sacerdotal, antes que a nadie; y luego, según el relato evangélico, a María Magdalena y demás Santas Mujeres, para recompensarlas su íntima, fiel y amorosa participación en el Misterio Pascual, constituyéndolas en los pimeros heraldos del máximo acontecimiento de su Resurrección gloriosa, ni más, ni menos, que ante Pedro y los otros Apóstoles, partícipes ya de su sacerdocio.

Mi Legado. Capítulo 4º. 

SANTA CATALINA DE SIENA, virgen dominica, Doctora de la Iglesia, vivió treinta y tres años del siglo XIV.
Consagró al Señor su virginidad desde los siete años. Sobresalió extraordinariamente en la práctica de la oración, penitencia y apostolado.
Jesús le correspondió con gracias y trato singular. Catalina, en sus cortos años de existencia terrestre, fue columna de la Iglesia.
(…)
Luchó contra la tempestad del cisma, y los Papas Gregorio XI y Urbano VI la encomendaron «embajadas» y otros grandes  servicios a la Iglesia.
Escribió el libro titulado El Diálogo, en donde se revela, evidentemente, la altura de su espiritualidad y de las gracias místicas con que el Señor la favoreció.
(…)
Ciertamente, Santa Catalina de Siena fue una mujer de espíritu sacerdotal de una talla extraordinaria.

SANTA TERESA DE JESÚS. La primera mujer proclamada Doctora de la Iglesia es vuestra Patrona. (…)
Poco tengo que deciros para dejar constancia en «Mi Legado», de que Santa Teresa fue un alma sacerdotal cien por cien.
He aquí una breve síntesis biográfica:
Santa Teresa de Jesús nació en Ávila el 28 de marzo de 1515. Niña todavía, al morir su madre, eligió por madre a la Santísima Virgen.
A los veinte años ingresó en el Carmelo de la Encarnación de su ciudad natal.
(…)
Su ardiente celo la impulsó a emprender la gran empresa de restaurar la Pimitiva Regla y espíritu de la Orden Carmelitana.
Con este santo empeño, llegó a fundar treinta y dos nuevos Monasterios.

El Señor la recompensó con ilustraciones y gracias singularísimas. Entre otras, la de escribir y dejar a la posteridad sus maravillosas «Obras», leídas y admiradas aun por los no católicos, y que le han merecido el título de «Doctora Mística», reconocida oficial y solemnemente por la Iglesia.
Os hará mucho bien la lectura asidua de las «Obras de Santa Teresa», sobre todo, «El Camino de Perfección» y «Las Moradas».

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS. Es, a mi juicio, el alma que, con su oración, ejemplo y escritos, más ha influido en suscitar almas de espíritu sacerdotal, en nuestros tiempos.

Nacida en Alesón (Francia) el 3 de enero de 1873, ingresó en el Carmelo de Lisieux a la edad de quince años. Vivió heroicamente en humildad y caridad, lamentando el no haber tenido hermanos varones, para que hubiesen sido santos sacerdotes. Decidió, entonces, adoptar como hermanos espirituales a varios sacerdotes misioneros, ofreciendo preferentemente por ellos su vida de oración y de sacrificio. Llegó, en el fervor de su caridad y celo, a ofrecerse  como víctima de holocausto por las Misiones.
(…)
Pío XI la beatificó y canonizó con una rapidez inusitada, reconociéndola como «la flor de su pontificado» y proclamándola, con San Francisco Javier, Patrona de las Misiones.
(…)
Pues, bien, Santa Teresa tiene un corazón y un alma tiernamente infantil y a la vez apostólica hasta el heroísmo; se halla totalmente llena del amor de Dios y vibra con un amor tierno, fuerte, sencillo y profundo, que produce en ella un éxtasis de filial confianza y magníficos gestos de apóstol y mártir.

Mucho bien puede haceros el repasar los escritos y la Vida de esta genial Santa contemporánea, tratando de seguir su ejemplo e invocar su eficaz intercesión ante el Señor.

Cuaderno 5º

Jesucristo lo es todo para el alma cristiana… Sea que le consideremos como Dios, sea como hombre unido hipostáticamente al Verbo, Jesucristo es nuestra fuente de vida sobrenatural. En Cristo lo tenemos todo.. Luego Él y sólo Él ha de ser todo para nosotros en todas las cosas. A Él tenemos que acudir a beber el agua de la vida. Si no moriremos. «Si conocieses el don de Dios y quien es… El te daría a beber el agua viva».

Desglosemos por los puntos tratados:

a) Es causa eficiente, producente principal de la vida, en cuanto es Dios.. Creamos que obra en nosotros las maravillas de la gracia… Creamos firmísimamente en la divinidad de Ntro. Señor Jesucristo… Creamos que obra en nosotros las maravillas de la gracia… Creamos que vive en nosotros y que no está ocioso.. Bebamos la savia vital de Cristo .. por el ejercicio frecuente, consciente e intenso de esa fe viva, inquebrantable adhesión a Jesús y su doctrina: «Fides tua te salvam fecit».

b) Jesucristo Dios-Hombre, el alma santísima de Jesús está llena de gracia, y nosotros no recibimos otra vida, sino la que rebosa de su divino manantial… Pues acudamos a El a beber. Tocando también por la fe viva y vivida a esa Humanidad Santísima, a fin de que, «Virtus de illo exibat et sanabat», quedemos curados de las malas inclinaciones, llenos de vida interior, unidos a Él como María Magdalena. Fe práctica, vigilante, de reforma interior, de imitación: «Christum habit…», «Christum angit, qui credit in Christum…».

c) A Cristo debemos esos instrumentos de vida, esas señales eficaces y oficiales de la gracia, que son los Sacramentos, toquemos esas peñas vivas. «Haurietis aquas in gaudio de fontibus Salvatoris».

Combatamos la rutina del uso frecuente… Fe viva y práctica… pureza. Ansias fervientes de recibirlos con mejores disposiciones, sacar de ellos más caridad, más vida. ¿Cuáles son nuestras ordinarias disposiciones para comulgar y para confesarnos?

No olvidemos que es el medio normal… más asequible, rico de vida. La penitencia… con contrición sincera. Propósito… tales medios…

d) ¿A Jesucristo, nuestro Jefe y Cabeza, debemos la vida porque Él nos la ha merecido?… Pues recibámosla, aplicándonosla. La meditación de la Sagrada Pasión. La Santa Misa… La participación en el sacrificio. Nuestros sufrimientos completan y perfeccionan los de Cristo en su Cuerpo místico.

Cuaderno 13

… Del número de estas almas aprovechadas  hemos de ser todos nosotros. Y no debemos contentarnos con dar fruto de treinta, ni sesenta, hemos de dar fruto de ciento. Eso exige nuestra peculiar vocación. Hemos sido llamados a la santidad. Tenemos que ser fuentes, que recibiendo de Jesús divino manantial del agua de la gracia, la tengamos en tal abundancia, para llenar nuestras necesidades y regar las tierras áridas de muchas almas. Grandes deseos, pureza de intención y reflexión. Generosos propósitos y constancia, humildad y confianza, mortificación, despego y siempre más generosos. Hemos de ser graneros, llenarnos nosotros…, derramar abundantemente la semilla de la divina palabra…

Circular nº 160

El Jueves Santo es el día cumbre del año para las almas de espíritu sacerdotal y, en consecuencia, la fiesta máxima de nuestro Instituto. El carácter de su celebración no ha de ser bullicioso y multitudinario, sino de intimidad con Dios y de sosegada participación en los Oficios, Hora Santa y Adoración agradecida del Amor de los Amores, Autor de las grandes dádivas de la Eucaristía y el Sacerdocio, consumado por el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza en el altar sacrosanto de la Cruz.

Émulas de María Santísima, San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, junto a la Cruz, el Viernes Santo y todos los días de vuestra vida, que siempre tienen algún matiz, más o menos acentuado de viernes santo, actuad vuestro espíritu sacerdotal, que tiene su más grande exponente en la vida de inmolación.

Después ¡la Pascua de Resurrección…! Torrente de luz, alegría y esperanza. Si Cristo resucitó, nuestra Cabeza, es lógico, es obligado, es de fe, que también resucitaremos sus miembros. ¡Alegrémonos con Jesucristo, con la Madre Sacerdotal y con la Santa Madre Iglesia!

Circular nº 182

El Jueves Santo reclama una particularísima atención de la Sierva de Jesucristo Sacerdote. Es nuestro gran día. En él conmemoramos la institución de la Eucaristía, del sacerdocio ministerial y la promulgación del mandamiento nuevo de la caridad. Todo un tesoro de misterios, de piedad íntima y sabrosa, y de las más fuertes exigencias, sobre todo, para las almas de espíritu sacerdotal.

Por fin, la Pascua de Resurrección, celebración del gran triunfo de Cristo y, en Él y con Él, de todos sus discípulos. Es el preludio gozoso de nuestra Pascua eterna. “Porque si Cristo resucitó, también resucitaremos nosotros”, y Él y nosotros veremos cumplido su gran anhelo, expresado en la sublime Oración Sacerdotal, que para vosotras es obligado el recordar, sobre todo en el día de Jueves Santo: “Me voy a prepararos un lugar, porque, adonde yo estoy, quiero estéis vosotros conmigo…¡Oh Padre!, que aquellos que tú me has dado estén conmigo allí mismo adonde yo estoy, para que contemplen mi gloria cual tú me la has dado”.

Vamos, pues, a celebrar la Pascua de este año, con intensa alegría espiritual, con firmísima esperanza de victoria definitiva y con una convivencia fraterna extraordinaria, que hemos de querer aprovechar para la cancelación de posibles tensiones, para ratificarnos el amor mutuo, y para aceptar, con corazón abierto y esperanzado, el mensaje de paz de Cristo Resucitado y de su Vicario sobre la tierra.

Pláticas a seminaristas

“Nunca entre vosotros me he preciado de conocer otra cosa que a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Cor. 2,2)

Es compendio de todo lo que el cristiano debe creer y practicar.

Nos da a conocer la malicia del pecado, que causó la muerte de Dios-hombre.

Nuestra miseria tan grande y la misericordia divina.

Es la prueba más elocuente del amor de Dios a los hombres y el medio más poderoso para ganar nuestro corazón.

En él se hallan contenidas todas las virtudes: caridad, obediencia, paciencia, perdón, humildad, pobreza.

Resumen de la fe: Trinidad, Encarnación, Redención. Predestinación. Gracia. Voluntad salvífica. Fuente de los Sacramentos. Centro del culto.

Compendio de todo lo que un cristiano debe practicar: Renunciarse, llevar la cruz, crucificar la carne y concupiscencia, inmolarse a la voluntad divina.

Consumación de la santidad: nos muestra a Jesús Sacerdote y Víctima.

Os ofrecemos un texto del P. Juan sobre la oración. Está tomado de unas notas para unas pláticas a seminaristas. El texto es literal, aunque se ha reordenado un poco para agrupar los temas.

“Qué cosa es orar? Orar, dice el P. Meschler, es lo mas sencillo que hay en la tierra y en la vida humana. Para orar no debe ser uno sabio, ni elocuente, ni rico, ni estimado, ni siquiera es necesario tener devoción sensible. Para orar basta únicamente conocer a Dios y conocerse a si mismo, saber quién es Dios y quienes somos nosotros, cuan ilimitada es la bondad de Dios y cuan profunda nuestra miseria. Lo único que hace falta para orar, es tener algunos pensamientos, algunos deseos y finalmente algunas palabras, por lo menos internas, para dirigirlas a Dios Nuestro Señor.

Oración, pues, en su sentido más amplio no es otra cosa que “una elevación de nuestro pensamiento hasta Dios. Ascensus mentis in Deum”, con abandono de los pensamientos propios de la ocupación, del negocio, del trabajo o de las naderías y bagatelas que a menudo invaden nuestro espíritu, para fijarse solo en Dios y así, una vez en su divina presencia, le hablamos con ternura, trabamos con Él dulcísima conversación, dignándose escucharnos, como un padre escucha a su hijo, y contestarnos por medio de luces y gracias interiores.

La oración así definida o sea en su sentido mas amplio, abraza cuatro actos: adoración, alabanza, acción de gracias, petición de nuevas mercedes y de misericordia por nuestras culpas. En cualquiera de estos actos en que el alma se ocupa, eleva su mente, conversa, ora con su Dios y Señor.”

“El primer fin de toda oración es dar gloria a Dios; el segundo el hacernos mejores. Por eso, terminada la oración no está hecho todo, hemos formado nuestras resoluciones y es preciso llevarla a la práctica.”

Obstáculos para alcanzar la perfección:

Por parte de la inteligencia, la ignorancia de la vida sobrenatural, la irreflexión o rutina, “horrible azote que seca el jugo de la devoción y deja anémicas las almas”, y por fin, la ignorancia de nosotros mismos, triple mal que halla completo remedio en la oración.

Obstáculos por parte de la voluntad:

Afecciones desordenadas a todo lo que no es Dios. La oración nos desprende del pecado, de los bienes perecederos, del mundo, de nosotros mismos y nos une a Dios. El segundo obstáculo se refiere a las resoluciones: la inercia, la debilidad, la cobardía, la inconstancia, que únicamente remedia la gracia de Dios por medio de la oración.

Siempre existirá relación muy estrecha entre la pureza de vida y el grado de oración, son cosas que marchan a la par y se muestran mutuo apoyo, progresan juntas o decaen juntas; la meditación produce poco a poco la pureza del corazón y esto dispone para la contemplación.“

Cuaderno de formación nº 12

¿QUÉ ES SER APÓSTOL?

Enviado, testigo, mensajero, conquistador. Alma abrasada en celo… «Gastarse» Cáliz colmado de Jesús que derrama la vida divina en las almas.

Acumulador de energía espiritual, conectado con las almas, para darles luz, fuerza y calor que él recibe del «motor divino». Horno del Espíritu Santo, que lanza llamas. Río caudaloso que fecunda los campos por donde pasa. ¿Tienes conciencia de lo que es ser apóstol? Aviva el deseo.

CUALIDADES DEL APÓSTOL

  1. Caridad: que inspira el celo… «Inflame la caridad; rija la prudencia; afirme la constancia».
    Hoguera que lanza llamas…
    Amor a Dios… quiere
    Amor al prójimo quiere su salvación
    «Apóstol» sin amor, «campana que tañe, ruido, sin fruto… Activista no apóstol.
  2. Vida interior: «El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto» Foco conectado con el centro de energía. Luz y calor… Hay que ser estanque lleno, no canal. El que se mete a apóstol y abandona la oración, no conquista y se pierde.
  3. Actividad:  Como la llama, obra en donde se encuentra. No se limita a gemir; remedia, habla, hace, trabaja y conquista.
    Pablo a Timoteo: «En toda ocasión, trabaja». El Padre de familias a su siervo: «Sal enseguida», recorre las calles y plazas; congrega a pobres y tullidos e impélelos a entrar. Como el Buen Pastor en busca de las ovejas descarriadas.
    Ganar en sagacidad a los «hijos de las tinieblas». Preciso actuar, servir, cooperar, tener iniciativas.
  4. Prudencia: Virtud cardinal indispensable al apóstol. Fervoroso, pero prudente. Empeño difícil no exento de peligros. El apostolado femenino de cooperación próxima con el Sacerdote, caracterizado por la prudencia. Santificador para sí y edificante para los fieles.
  5. Constancia:  Superar dificultades. Medir las fuerzas. Ser tenaces. No volver la vista atrás. Fieles y consecuentes a la llamada.

RAZONES PARA SER APÓSTOLES

  1. Fin primario: glorificar a Dios
  2. «Dios quiere hacer salvos y que lleguen al conocimiento de la verdad todos los hombres». Voluntad salvífica condicionada: Libertad y apostolado.
  3. Concilio: Decreto Apostolado Seglar. 1 y 2
  4. Habéis recibido vocación específica de apóstoles.
  5. El valor de las almas y la Redención de Cristo.
  6. La propia utilidad: «La obra divina es cooperar … S. Gregorio: «Tantas coronas como almas» … «El que hiciere y enseñare, será grande en el Reino».
  7. «Id, predicad». Ora y labora – Corazón de Jesús. Tiempo de Pentecostés – Fuego… llama… celo – Honor.