El P. Juan y el Corazón de Jesús

El P. Juan y el Corazón de Jesús

Recordaba recientemente el Papa Francisco que «el mes de junio está dedicado de manera especial al Sagrado Corazón de Cristo, una devoción que une a los grandes maestros espirituales y a la gente sencilla del pueblo de Dios. En efecto, el Corazón humano y divino de Jesús es la fuente de donde siempre podemos obtener misericordia, perdón y ternura de Dios. Podemos hacer esto reflexionando sobre un pasaje del Evangelio, sintiendo que, en el centro de cada gesto, de cada palabra de Jesús, en el centro está el amor, el amor del Padre que ha enviado a su Hijo, el amor del Espíritu Santo que está dentro de nosotros. Y podemos hacerlo adorando la Eucaristía, donde este amor está presente en el Sacramento. De este modo, nuestro corazón también, poco a poco, se volverá más paciente, más generoso, más misericordioso, imitando el Corazón de Jesús. Hay una antigua oración —la aprendí de mi abuela— que decía: “Jesús, haz que mi corazón se parezca al tuyo”. Es una hermosa oración. “Haz mi corazón semejante al tuyo”. Una hermosa oración, pequeña, para rezar este mes. ¿La decimos juntos ahora? “Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo”. Otra vez: “Jesús, que mi corazón se parezca al tuyo”» (Ángelus 7/06/20)

El corazón es signo de toda la persona, la materialización del amor. Quizás para muchos, sobre todo los más jóvenes, esta expresión del «Sagrado Corazón de Jesús» diga poco o incluso les parezca trasnochada o carente de sentido; pero ¿podemos también nosotros, en pleno siglo XXI, seguir proponiendo esta devoción a los hombres de hoy? Para el Padre Juan era un resumen de todo el misterio de Dios. En una anotación de su Diario, escrita pocos meses antes de su fallecimiento, encontramos esta confesión de fe: «Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío, porque creo en vuestro amor para conmigo».

La espiritualidad del Siervo de Dios no se comprende más que desde esta perspectiva de amor de Dios manifestada en su Corazón. Como fiel Sacerdote Operario Diocesano vive las palabras del gran enamorado del Corazón de Jesús, el Beato Manuel Domingo y Sol, Fundador de la Hermandad: «Nuestra obra ha brotado del Corazón de Jesús sacramentado silencioso, olvidado, desconocido, ultrajado. La devoción a Él no solo es la práctica fundamental, no solo es el emblema especial del escudo o sello de nuestra Hermandad, sino que debe ser el sentimiento peculiar, constante, tierno, interior de nuestras almas, el móvil de todas nuestras operaciones». No se trata de un devocionalismo externo sino de la identificación con Cristo como único camino de santidad, «Ser como Él» (La idea de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, 246)

El P. Juan encuentra en el Corazón de Jesús el modelo y resumen de todas las virtudes y así lo propone a sus hijas y dirigidos. «Estoy consagrado al Corazón de Jesús. Mi voluntad le pertenece plenamente. No soy consecuente ni leal si prefiero mi gusto a su querer» escribe el Siervo de Dios en 1942. Son muy abundantes las referencias a este tema en sus charlas, conferencias, meditaciones y cartas circulares tanto a seminaristas, compañeros de Hermandad y Siervas Seglares. Fue un auténtico apóstol del Corazón de Jesús vinculando siempre las muestras de amor de este Corazón con la Eucaristía y el sacerdocio.

«Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón», atendiendo a estas palabras del Maestro no es de extrañar que la humildad y la sencillez fueran dos de las virtudes más destacadas del Siervo de Dios. En una carta a su hermana Teresa le confiesa: «“Yo creo que Jesús nos quiere para santos pequeños, es decir, ordinarios, ocultos; pidiendo y esperando Él que seamos perfectos a pesar, o mejor, a base de nuestra pequeñez, debilidad, ocultamiento. Así, Jesús a mí no me pide, quizás tampoco a ti, grandes penitencias ni grandes empresas de celo; con todo, sí reclama espíritu de oración, fidelidad exacta al deber, continuos vencimientos de la propia voluntad, deseos de ser desconocido y aun despreciado, etc., y cabalmente, en eso dicen los entendidos que está la verdadera perfección. Ésta fue Teresita, santa pequeña, hecha luego muy grande por Jesús, que se complace en exaltar a los humildes».

Pidamos al Señor, por la intercesión del P. Juan, vivir este mes en una triple vertiente: contemplación de ese misterio de amor; hasta qué punto Dios me ama. En segundo lugar acrecentar el deseo de querer corresponder a ese amor en las cosas pequeñas de nuestro quehacer diario. Y en tercer lugar convertirnos en altavoces de ese amor divino en medio de nuestros lugares de trabajo, en medio de nuestros familiares y amigos.

Fernando del Moral Acha
Sacerdote de la diócesis de Madrid

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