El 31 de mayo de 1970 se celebró en Roma la canonización de San Juan de Ávila, presidida por Pablo VI. Hoy se cumplen 50 años de este acontecimiento.
El P. Juan Sánchez Hernández, fundador de las Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote, asistió a esta celebración, pues fue invitado por sus superiores a viajar a Roma: era un acontecimiento importante no sólo para los sacerdotes españoles, que lo tenían ya entonces por patrono, sino particularmente para la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, tan implicados en la recuperación de su figura histórica y en el proceso de canonización (Juan Sánchez Sánchez, Luis Sala Balust, Germán González, José María Piñero).
Ya en la circular a las Siervas de mayo de 1969 las invitaba a «estar atentas a todo lo relacionado con la celebración del cuarto Centenario de la muerte del Beato Maestro Ávila, que, muy probablemente, culminará con el acto de su solemne Canonización»; a las Siervas les incumbía este acontecimiento por ser «almas de espíritu sacerdotal, tan íntimamente vinculadas con todos los problemas sacerdotales de la Iglesia y particularmente de nuestra España». Eran los tiempos de la primera recepción del concilio Vaticano II y de la apertura eclesial hacia una renovación que situó a la Iglesia para el papel que habría de jugar en la futura transición.
Un año después, en la circular de mayo de 1970, les anunciaba con gozo las fechas del 29 de mayo, jubileo sacerdotal con motivo de las bodas de oro de Pablo VI, y el 31 del mismo mes, «la anhelada Canonización del Beato Maestro Juan de Ávila, Patrono del Clero Secular Español».
Su sorpresa fue que él mismo pudo asistir y, la víspera de su partida para Roma escribió la circular que las Siervas recibirían en junio de 1970. Escrita en la fiesta de la Santísima Trinidad, el 24 de mayo, el centro de la carta estaba dedicado a invitarlas a vivir este «gran misterio». A continuación las invitaba a la acción de gracias por muchos motivos: «por el Jubileo Sacerdotal del Santo Padre, por la proclamación de Venerable de mi Fundador, el Siervo de Dios D. Manuel Domingo y Sol, […] y por la inminente Canonización del Beato Maestro Juan de Ávila, Maestro de Santos y Patrono del Clero Secular Español. Estos tres acontecimientos son fuentes de bienes para la Iglesia». Se refería también a la ordenación sacerdotal de 279 nuevos presbíteros por Pablo VI que tuvo lugar el 29 de mayo. Es muy significativo que, en esta circular, el P. Juan se hiciera eco del ofrecimiento del episcopado español, junto con la dirección nacional de las Obras Misionales Pontificias, del «mayor número posible de becas para la formación del clero misionero» (y lo escribe con mayúsculas). A la noticia de esta acción añadía: «Deseo que el Instituto responda a esta hermosa práctica e iniciativa»; e instó al Instituto a un donativo colectivo para esas becas con motivo del homenaje jubilar al papa. En la circular de julio se haría eco de lo que iban donando las Siervas para estas becas. No pensó que un día las becas para la formación sacerdotal del Instituto llevarían su nombre.
Sabemos algo del impacto que dejó la participación en los actos de canonización del Maestro Ávila en el corazón del P. Juan. En junio de 1970, a su regreso de Roma, dio una charla formativa a «familiares del clero» que dedicó íntegramente al nuevo Santo. Lo que conservamos es un esquema, pero suficiente como para saber que invitaba a la acción de gracias por «el tesoro» de los sacerdotes ordenados por el papa en la celebración vinculada a sus bodas de oro sacerdotales y que expuso lo que vivió: la «participación masiva de españoles, pueblo, obispos, sacerdotes en el solemnísimo acto de la Canonización» (la revista Ecclesia habló de más de seis mil peregrinos, y entre ellos estuvo él); la «Audiencia entusiasta y aleccionadora» (el 1 de junio Pablo VI recibió a los obispos y sacerdotes españoles que habían asistido a la canonización); «Santa María la Mayor» (primera misa en honor del nuevo Santo, con 5 cardenales, 24 obispos y 280 sacerdotes españoles, él entre ellos).
El P. Juan expuso en su charla los rasgos biográficos del Maestro Ávila, que conocía bien; lo presentó como «predicador apostólico», «perseguido…, juzgado…, inocente», «director de almas», «consejero de santos», «escritor»… Pero luego se centró en «su mensaje», pues, si es bueno conocerle, honrarle e invocarle, es mejor «imitarle«. Destacó en él: la «vida de oración», la «extraordinaria vida de austeridad y pobreza», el «celo ardiente por la conversión de los pecadores» y «por la santificación de los sacerdotes» (mencionó su escuela sacerdotal), y su «devoción al Santísimo Sacramento».
Y concluía con tres «aplicaciones»:
«1º Agradecer este don extraordinario a la Iglesia… España… Sacerdotes
2º Pedir para nuestros sacerdotes de hoy el espíritu y virtud. Que haya hoy sacerdotes santos como él.
3º Vuestro modelo: de oración, desprendimiento, celo por las almas y los sacerdotes.»
50 años después, cuando el Año Jubilar avilista se ha visto afectado por la pandemia que ha impedido las celebraciones de estos días de mayo, podemos, sin embargo, fijarnos en lo esencial, viendo cómo el P. Juan Sánchez Hernández lo vivió: no se quedó en la exterioridad de las grandes ceremonias, sino que procuró penetrar en el sentido profundo del acontecimiento como gracia para la Iglesia e impulso para vivir el espíritu sacerdotal.
María Jesús Fernández Cordero
Delegada para la Causa
1 comentario. Dejar nuevo
muy interesante……..