Entre las muchas vocaciones y ministerios algunos están especialmente dedicados a la atención y ayuda a los sacerdotes tanto en su vida personal como en su ministerio sacramental y evangelizador. El Siervo de Dios Juan Sánchez Hernández conocido como “el Apóstol del Sacerdocio”, fundó el Instituto Secular Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote, institución con la que quiso compartir el amor a los sacerdotes, transmitiendo, a través de la “formación del corazón”, cuanto el siervo de Dios aprendía en la contemplación continua junto al corazón de Cristo.
Con los más reconocidos maestros espirituales, don Juan Sánchez meditaba acerca del mejor camino para encontrarse con Cristo e identificarse con él, adentrándose en el pecho abierto por la herida causada por la lanza del soldado. Esa llaga tenía que ser como puerta abierta para poder refugiarse en el corazón de Cristo y contemplar y vivir allí los mismos latidos del amor inmenso del Señor.
Los cenáculos sacerdotales tenían que ser así: un espacio sagrado muy metido en el corazón de Cristo, donde se aprendiera a gozar de las anchuras y profundidad del misterio que trasciende todo conocimiento, como dice san Pablo a los Efesios.
Las Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote ofrecen en sus casas espacios muy adecuados para vivir la paz y el silencio religioso, para la soledad en compañía del Espíritu, para el encuentro fraterno, para la revisión de vida y poder compartir la experiencia de la vocación y del ministerio. La situación actual en la que se ve obligado a vivir el sacerdote, con tantas y tan diversas e ineludibles tareas, puede llegar a producir una especie de estrés espiritual, de agobio interior, de una personalidad dividida entre convicciones, deseos e insatisfacción.
Trabajar es también orar. Con el fin de que la actividad del ministro esté bien nutrida con la Palabra de Dios, que es fuente de sabiduría, y la oración como agua viva y única capaz de colmar el deseo de Dios, en la soledad personal y en el encuentro con otros sacerdotes, será una providencial ocasión para renovarse interiormente y experimentar la fuerza del Espíritu.
El jueves posterior a la solemnidad del domingo de Pentecostés, la Iglesia celebra la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Ayer, los discípulos reunidos en el cenáculo de Jerusalén. Hoy, los sacerdotes congregados en estos cenáculos que reviven el encuentro con Cristo y su Santo Espíritu.
Emmo. y Rvdm. Sr. Carlos Amigo
Cardenal Arzobispo Emérito de Sevilla
Revista Vida Nueva nº 3.182