Cada casa un «Cenáculo». La Iglesia y el culto en los hogares

Cada casa un «Cenáculo». La Iglesia y el culto en los hogares

La espiritualidad del P. Juan es tan rica que nos ilumina también en el tiempo de “confinamiento” que vivimos a causa de la pandemia del coronavirus.

En abril de 1969 escribió unas amplias notas en su Diario, fruto de la meditación y las lecturas, en las que encontramos algunas claves para vivir este tiempo nuestro de permanencia en nuestras casas y lo que pueda durar el llamado “distanciamiento social”.

El punto de partida es este:
Lo esencial: el prólogo de San Juan. Hoy tenemos que encarnarnos. Lo único que no asumió fue el pecado. Asumir nosotros todo, menos el pecado. Asumir a Cristo en sí, encarnarnos en nuestro mundo de hoy. La Iglesia y el Culto en los hogares”.

Son unas notas ricas en contenido teológico y antropológico. Y entre ellas, sobre la relación “Templo-Casa”. Piensa esta relación desde Cristo: Él aprueba el culto en el templo, pero viene a superarlo, a instaurar un culto “más espiritual”. Así: “Dios está presente donde quiera que se le da culto en espíritu y en verdad”.

Recuerda que la Iglesia apostólica sigue visitando el Templo, pero pronto se dan tensiones con él. Recuerda que los primeros cristianos “se reunieron en el Cenáculo” y “perseveraban unánimes en la oración”; “en las casas partían el Pan con alegría”. Recuerda también que en la difusión del cristianismo, cuando llega a Roma, la capital del Imperio, “no había posibilidad de penetrar a través de los templos”: entonces “la Iglesia romana hace familia”; mientras los paganos realizan su culto en templos y lares, los cristianos hacen “Iglesia doméstica”: “como altar la mesa de familia, y el cáliz de los vasos corrientes”.

A partir de notas históricas, el P. Juan hizo una reflexión para el “ahora”: el templo no es exclusivo para el culto cristiano, es posible “celebrar la Liturgia doméstica, no por moda, sino por necesidad, por vitalizarla”; entre estas necesidades recogía una que nos suena muy en sintonía con el papa Francisco: “Sociedad itinerante…, ir al encuentro, emigrantes, turismo, fábricas. Liturgia en marcha”. Y tomaba notas sobre la forma de una “liturgia doméstica” “con exigencia religiosa”.

Se planteaba todo esto desde la “corresponsabilidad de equipo” y “teniendo en cuenta las exigencias de la humanidad, la obra del Espíritu en la Iglesia”.

En el principio de esta reflexión está la idea de que la Iglesia es “una comunidad de amor” y también que en la Encarnación “el Verbo ha dejado su casa para hacernos partícipes del amado”. “La Iglesia tiene que presentarse hoy como una comunidad de amor”.

Casa, familia, Iglesia doméstica, liturgia doméstica, liturgia en marcha…, comunidad de amor. Son claves que nos pueden ayudar, viendo que el P. Juan orientaba las cuestiones que se planteaban en ese momento desde la Palabra y buscando lo esencial. “Encarnarnos en el mundo de hoy” significa también vivir este confinamiento desde esas palabras del P. Juan, y ayudar a la gente a descubrir el valor de una casa, de una familia, de ser Iglesia doméstica, de celebrar una liturgia doméstica, de sentir que celebramos una liturgia en marcha, al ritmo de una humanidad de la que formamos parte y a la que queremos acompañar sabiendo que la incertidumbre sólo halla reposo en el Señor de la Historia.

María Jesús Fernández Cordero
Delegada para la Causa

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