Sin Jesús nada, con Jesús todo

Sin Jesús nada, con Jesús todo

Así era de tajante el Padre Juan, cuando hablaba de lo que había de ser su vida como sacerdote de Jesucristo. De ahí su insistente preocupación por identificarse cada vez más con el supremo modelo de santidad, hasta afirmar que le gustaría “vivir dentro de Jesús”.

Este ideal le da fuerza para superar todas las dificultades y para ello confía y trabaja, concentrando sus energías, según escribe literalmente en su Diario: “a) en pensar más frecuentemente en Jesús; b) en obrar de modo que agrade más a Jesús; c) en imitar más su humildad, sacrificio y caridad: d) en saturarme y rebosar amor a Jesús, de modo que lo pegue a los demás. Mirarle con la detención e interés con que el artista al modelo. Trasladar a mi alma sus rasgos, tocando y retocando… Girar habitualmente en torno a Jesús. Todo orientado hacia Jesús”.

Era una santa obsesión suya la de profundizar en su plena generosidad para con Jesús, a quien consideraba como único “Maestro”, como “Modelo”, como “Ideal” y como “Guía” seguro en su tarea de santificación, contando para ello con la acción del Espíritu Santo y la intercesión de María, que completaría su obra, como él dice expresamente.

Es curiosa su aspiración de “hacer presente” al Señor, sin dejarle en mal lugar, por su identificación con Cristo, siendo la clave para conseguirlo, su actividad empapada en oración y en intimidad con Dios para no ser, como él mismo dice, “una caricatura” de Jesucristo sacerdote, ya que, como él insiste en sus escritos. “Debemos ser santos no pintados, sino crucificados”.

Hombre práctico como era, no se deslumbraba por la palabrería sin sentido, ya que saber no equivale a vivir, puesto que se puede ser muy perito en cuestiones espirituales sin haber pisado ni los umbrales de la perfección. Muchos testimonios de quienes fueron alumnos o dirigidos suyos, unánimes afirman que el Padre Juan era una predicación viviente de Jesús. Y uno de los sacerdotes universitarios, a los que dirigió en una ocasión lo ejercicios espirituales, al finalizarlos dijo: “Para mí los ejercicios ha sido el director. Me basta verlo para querer ser bueno”.

Y es que el Padre Juan no quería jugar a la santidad, sino tratar de conseguir una santidad auténtica, sin componendas, sin miedos ni contemplaciones, hasta el punto de exclamar: “¡Basta ya de tanteos, de propósitos hermosos nunca o apenas cumplidos, de ofrendas y consagraciones intrascendentes. No hay más que un camino: seguir a Jesucristo por el camino de la virtud heroica!”.

Feliciano Villa Rivera
Vicepostulador

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